El abogado-coach: una nueva forma de ejercer

23 diciembre 2025

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Durante más de 35 años como abogado mercantilista he visto cómo muchos, yo el primero, confundíamos un asesoramiento eficaz con la respuesta inmediata y exhaustiva. Ahora tengo la percepción de que el mundo del derecho y el de la empresa están cambiando: no basta con saber (cada vez más leyes, más requisitos, más sentencias contradictorias… y más ruido), sino que hay que escuchar, acompañar y facilitar decisiones. Y ahí es donde la actuación también como coach ejecutivo ofrece un marco extraordinariamente útil.

De los abogados se espera que resolvamos. Los coaches ejecutivos, sin embargo, ayudamos (dentro de un marco ético) a que el otro descubra por sí mismo la respuesta. Y esto puede ser una fuente de enorme riqueza profesional y para el cliente. Cuando éste se enfrenta a un problema no necesita un análisis jurídico, sino necesita claridad y perspectiva para decidir… desde “su problema”, y no desde “nuestra solución”. Integrar en nuestro ejercicio profesional las herramientas de coaching ejecutivo transforma la conversación y el asesoramiento jurídico en algo más eficaz: un proceso de toma de decisiones en el que acompañamos al cliente de principio a fin.

Imagino tres ámbitos donde se encuentran el abogado y el coach ejecutivo:

  1. La relación con el cliente. Escuchar bien antes de aconsejar.

Decía Plutarco que “escuchar bien es la base de vivir bien”. Y a veces el cliente no busca tanto una respuesta, como claridad para decidir. Escuchar más allá de lo que dice (y de lo que calla) permite entender qué le preocupa. Una pregunta puede abrir más caminos que una disertación que, lo más seguro, le va a dejar frío. Cuando escuchamos sin prisa y sin sesgo propiciamos un espacio de reflexión que ayuda al cliente a ordenar, priorizar y tomar decisiones con sentido. Con sentido… para él.

  1. La negociación y la mediación.

En estos procesos ayudamos con las técnicas de coaching a desactivar resistencias y a pasar de la confrontación a la comprensión. El abogado-coach facilita que las partes se escuchen y descubran qué hay detrás de sus demandas. Una negociación puede desbloquearse cuando se permite al otro expresarse. Los acuerdos dejan de ser meras transacciones y se convierten en decisiones compartidas, más estables y sostenibles en el tiempo y menos fuentes de conflictos.

  1. Acompañar procesos de cambio en el cliente y su organización

El abogado-coach puede convertirse no solo en el redactor del acuerdo sino en facilitador del cambio. Ayuda a que los implicados comprendan lo que está en juego y alineen decisiones con sus valores y objetivos gestionando resistencias. El abogado deja de ser un mero “proveedor” de servicios (al que muchas veces se recurre solo al final del proceso) y pasa a ser un socio de reflexión.

En suma, percibo que hoy se nos demanda ejercer de forma diferente: menos técnica y más humana, menos reactiva y más transformadora. Las técnicas de coaching ayudan: escucha consciente, feedback constructivo, claridad de propósito… permiten gestionar mejor el conflicto, el estrés y la incertidumbre. El coaching, por supuesto, no sustituye al derecho, sino que lo ensancha y le da herramientas. En estos momentos, la inteligencia artificial (mucho más rápida y potencialmente mucho más completa y exhaustiva) nos está desubicando de nuestros hábitos. Quizás esto nos permita entrever que el abogado no deberá ser solo un experto en normas, sino un facilitador de conversaciones difíciles, alguien capaz de unir análisis y empatía, precisión y presencia. Alguien que entienda que su valor está en ayudar a sus clientes para que eviten sus conflictos o puedan resolverlos como mejor les satisfaga. Y ahí es donde el abogado-coach tiene mucho que aportar.

Ignacio Alonso

Áreas de práctica

  • Agencia
  • Derecho Societario
  • Contratos de distribución
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